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La Tribuna

L’Hospitalet, la política y el fin de los tiempos

L’Hospitalet, la política y el fin de los tiempos

Por Antonio Fornés

martes 26 de enero de 2016, 04:30h
Dmitri Merezhkovski, aunque poco conocido en España, fue sin duda un escritor ruso de singular talento, aspirante en su momento al Nobel de literatura. Justo hoy he empezado a leer la que se considera su obra maestra: Pedro el grande y el príncipe Alexei.

La verdad es que llevaba tiempo queriendo disfrutar de este libro, y las primeras hojas no me han defraudado. De hecho, el primer párrafo, para mi sorpresa, ha resultado ser una profética y lúcida interpretación del resultado de las últimas elecciones en nuestro país. El libro empieza así: “El Anticristo se dispone a llegar. Todavía no ha llegado, el último diablo, pero sus criaturas pululan bajo el cielo. Los hijos allanan el camino a su padre, lo organizan todo a la manera del Anticristo. Cuando lo hayan dispuesto y eliminado los obstáculos, será el momento de que aparezca. Ya se acerca. ¡Pronto llegará!”

¿Demasiado sombrío? En absoluto. Si ustedes se han detenido apenas unos minutos a considerar la situación política actual, convendrán conmigo que el bueno de Merezhkovski más bien se ha quedado corto. Sin duda parece que se acerca el fin de los tiempos, al menos de estos tiempos políticos. Mi ciudad, la obrera L’Hospitalet no es, lamentablemente, una excepción. El grupo político que ha obtenido más votos ha sido En Comú, con prácticamente el 30% de las papeletas. Un partido cuyo mérito fundamental consiste en haber conseguido convencernos de que lo viejo es en realidad lo nuevo, esto es, que las ideas prácticamente decimonónicas e intelectualmente superadas que repiten una y otra vez sus dirigentes son en realidad impresionantes descubrimientos ideológicos de primer orden. Ya se sabe, lo vintage está de moda… L’Hospitalet, que no es una ciudad de mayoría independentista, ha votado a un partido que aunque anuncia su voluntad de reafirmar la permanencia de Cataluña en España, lo hace a través de un referéndum, pero que, al tiempo, elimina en el Ayuntamiento de Barcelona todo símbolo o imagen que pueda asociarse con España.

Imagino que si tras las próximas elecciones generales acaban gobernando en nuestro ayuntamiento hospitalense, procederán a una “limpieza” del callejero como amenazan con llevar a cabo también en Madrid. Ya se sabe que esta izquierda está empeñada en decidir qué historia podemos conocer y cual no. Tampoco eso es nuevo. Los antepasados podemistas, en la Rusia soviética, ya borraron de todas las fotos oficiales al auténtico cerebro de la revolución rusa: Trotsky. A quien suscribe, el hijo de un modesto camionero, le habría gustado votar a un partido “progresista”, pero lamentablemente para En Comú el progreso está en el siglo XIX y no en el futuro.

En segundo lugar, ha quedado el PSC con un 25%, que cae desde el 38,8% que obtuvo en las anteriores elecciones. Pese a la buena voluntad de nuestra alcaldesa, imagino que el hasta ahora fiel electorado socialista empieza a estar ya cansado de un partido siempre dispuesto a pactar con quien sea y que, aunque no se atreva a reconocerlo, arde en deseos, sobre todo su cúpula directiva, de entregarse en manos del independentismo, traicionando una vez más a quienes ingenuamente les sostienen, unas votaciones tras otras, pero que casi siempre han sido considerados, por el PSC, como ciudadanos de segunda.

En tercer lugar aparece Ciudadanos con casi el 15%. El partido de los chicos y chicas guapos y simpáticos que propone un Gobierno nacional de coalición porque al Ibex, es decir a las grandes empresas y multinacionales les vendría bien para ganar unos cuantos miles de millones más. ¿Qué demonios hacemos votando a esta gente en nuestro municipio suburbial de mileuristas?

En quinto lugar está ERC. Precisamente su líder ha dejado estos días de ser el alcalde de uno de los pueblos de la comarca, Sant Vicenç dels Horts. Supongo que este cargo era poca cosa para quien oníricamente aspira al papel de padre y salvador supremo de la patria. En cualquier caso, a los hospitalenses no nos perdonará el escaso resultado de su partido en la ciudad, poco más del 7%. Me temo que para este hombre sempiternamente disfrazado de trampero canadiense los habitantes de L’Hospitalet debemos ser algo así como indios iroqueses a los que hay que domeñar. En el sexto puesto, con apenas el 4,5% por ciento, aparece Democràcia i Llibertat. Creo que son las siglas tras la que se esconde la antigua Convergència, aunque no estoy seguro porque cuando era pequeño Convergència era un partido de señores catalanistas de derechas, y los de ahora se humillan ante un partido anti sistema y de ultra izquierda, mendigando no se sabe muy bien qué.

El lector atento quizá crea que, cometiendo un error, me he saltado el cuarto puesto, el del PP, con un 13,8% de votos. No, simplemente lo dejaba para el final, pues el comentario es breve: su resultado es malo, pero viendo los representantes del partido tanto en Madrid como en Cataluña es realmente milagroso que haya quien siga votándoles. ¿Lo ven? Visto este lamentable guirigay es difícil no concluir que el final de los tiempos y la llegada del Anticristo están muy cerca… Otro escritor ruso, quizá el mejor de todos, Dostoievski, soñó una vez que Jesús volvía a la tierra en la España del siglo XV, y que el gran inquisidor Torquemada reconociéndolo, lo detenía y encerraba en una lóbrega mazmorra. La conversación que imaginó entre ellos no tiene desperdicio, Torquemada tacha de ingenuo a Jesús por pensar que los hombres quieren ser libres y le advierte de que “todo hombre busca quien le esclavice”. Por ello afirma, él y los hombres como él, los líderes políticos, han tenido que tomar el mando de la situación para controlar al pueblo. Sus palabras son tenebrosas: “Naturalmente, los haremos trabajar, pero en sus horas de descanso organizaremos su vida como en un juego de niños, ¡son tan débiles que hasta les dejaremos pecar!”. Si el devoto y pío Dostoievski viviera hoy entre nosotros habría cambiado sin duda el final de este diálogo, probablemente habría escrito algo así:

¡SON TAN DÉBILES QUE HASTA LES DEJAREMOS VOTAR! III

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