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Saboreando la diversidad
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Saboreando la diversidad

L'Hospitaleando - Por Eva Jiménez

Por Eva Jiménez Gómez
lunes 22 de febrero de 2016, 09:46h
Los rascacielos que envuelven la plaza de Europa permanecen atónitos ante el espectáculo que se desarrolla ante ellos. Familias, cuadrillas de amigos y algunos periodistas se han acercado hasta allá para conocer de primera mano el L’H experience, una iniciativa del Gobierno municipal para que vecinos y turistas que acuden al Mobile World Congress conozcan mejor la oferta gastronómica y cultural de la ciudad.

En un extremo de la plaza han colocado un escenario donde han desfilado asociaciones de las culturas que conviven en la ciudad: catalanes, del resto de España y del extranjero. Me he acercado para conocer lo que desconozco más, los bailes tradicionales de Perú, y me llevo una grata sorpresa al comprobar que el público es mayoritariamente catalano-español. Me emociona la variedad de su música y su alegría, a pesar de que alguno anda enfadado porque no encuentra sus zapatos. Y ellos, que saben quién tienen delante, lanzan su mensaje: “No se habrán dado cuenta de que entre nosotros ha bailado una niña catalana –yo, no, la verdad-. Pues ya lo saben, anímense, que estaremos encantados de enseñarles nuestros bailes”, exclama Lucia Alcalá, alma mater de la Asociación Cultural Perú Contemporáneo.

Después actúan los miembros de la Asociación Cultural Andaluza de L’Hospitalet. No sé dónde se han metido los peruanos, pero yo me voy hacia el centro de la plaza, donde me espera una especie de caravana, donde reparten folletos; y un estand de madera, donde venden las entradas para tomar una tapa y una bebida por 3,5 euros; o cuatro y dos, por 12. En el camino a las barras de bar improvisadas, me topo con los artistas de Contorno Urbano. Están dibujando un grafiti en unos cubos gigantes de papel blanco, a modo de puzle improvisado. Me explican que el viento no les está dejando trabajar como quisieran.

Y, por fin, llego al otro extremo, donde han ubicado unas barras de bar y unas carpas, donde se pueden canjear las tapas y las bebidas. La carta vuelve a recordarme que se trata de saborear la diversidad que reina en la ciudad, pues en ella hallo productos típicos catalanes –calçots y pollo de Pota blava de El Prat-, españoles –migas extremeñas- y extranjeros –bakhlava con té-. Me cuesta decidirme y pregunto. “No sé qué decirte, todo está bueno”, me comenta una chica. Como me he perdido las sardanes y los castellers, al final me decido por hojaldre de pato y calçot confitado, aunque la mayoría de la gente se agolpa ante quienes venden hamburguesas y jamón de ternera. Está terminando la mañana del domingo y hay apetito.

Me alejo del olor a barbacoa y la música de sevillanas con cierta nostalgia, camino de la Fira de Barcelona. Los rascacielos permanecen tranquilos, pisan terreno conocido. Familias y cuadrillas han sido sustituidas por asiáticos, congresistas de acreditación roja al cuello –marca Huawei, por supuesto- y operarios de chaleco amarillo que ultiman los cabos sueltos. La lentitud, la música y los aplausos se han transformado en velocidad, tonos de móviles y manos en maletines negros. Y me quedo boquiabierta al descubrir que los peruanos se están haciendo fotos con sus móviles frente a la imponente construcción del japonés Toyo Ito, donde puede leerse al fondo: “Mobile is everything” (el móvil lo es todo). Los congresistas les miran de refilón y cierta curiosidad, mientras caminan rápidamente hacia algún lugar.

Sólo los niños se mezclan

He visto suficiente. Cojo la recién estrenada línea 9 en la estación de metro Fira. Me sorprendo al ver que el único lugar donde se mezclan catalanes, españoles, extranjeros y congresistas es en el andén que nos lleva en dirección a Zona Universitaria. Matizo. No estamos mezclados. Estamos unos al lado de los otros. Visto lo visto, algo es algo.

Salgo del metro en Collblanc. Me apetece conocer la nueva estación. Atravieso el parque de la Marquesa y observo a unos niños paquistaníes y latinoamericanos jugar juntos. Y entonces me alegro de que esta semana se haya desarrollado la VII Jornada sobre Convivencia y Éxito educativo. Y entonces celebro que tres colegios públicos vayan a tener tres líneas más de P3 el próximo curso, ya que, según reza en la nota de prensa municipal, se trata de “centros de alta complejidad y en zonas socioeconómicamente más desfavorecidas”. Hay que trabajar desde el origen, que luego cuesta mucho más cambiar. Y entonces me río un poco de la moción que presentará Ciutadans en el pleno de este martes, para impulsar la creación de una Mesa de Inmigración en el Consejo de Ciudad que ya se ha constituido, pero del que nadie ha informado. Que está muy bien, que todo ayuda, pero mi mente no puede evitar preguntarse quién debería enseñar a quién, cuando sólo los niños se mezclan, cuando sólo los pequeños han probado realmente el sabor de la diversidad.

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