Por un futuro digital e inclusivo

La transformación digital de nuestras vidas es un hecho que no podemos eludir. La escuela y el sistema educativo en su conjunto no pueden desentenderse de un cambio estructural que plantea riesgos e incertidumbres pero también ofrece grandes oportunidades. Como afirman los expertos, se trata de poner la tecnología al servicio de la enseñanza y no a la inversa. Más incluso, el ámbito educativo debe aspirar a convertirse en una avanzadilla de un nuevo humanismo digital que forme a una futura ciudadanía crítica y consciente de los riesgos digitales: la desinformación, el poder de los algoritmos, la adicción o el acoso.

Pero para que ese humanismo digital sea una realidad, debemos tener en cuenta que educar en digital no va de aplicar la pedagogía de siempre sobre formatos digitales, sino justamente de introducir cambios pedagógicos innovadores. Para ello, es básico fomentar el trabajo en equipo y de carácter interdisciplinar, conectándolo con la calle y la comunidad dentro del marco de las ciudades educadoras. Implica también invertir en la formación de los y las docentes, en material y en metodologías. Y también significa no olvidar que la mejora de las competencias básicas del alumnado, ya sean de orden científico o humanista, redundará en un mejor aprovechamiento de las herramientas digitales.

Por tanto, rechazemos el “negacionismo digital”: no se trata de estigmatizar el uso del móvil u otros dispositivos digitales en las aulas sino de optimizar su uso para que se conviertan en vehículos de crecimiento personal y progreso social. En este sentido, conviene recordar que los gobiernos de Pedro Sánchez han repartido en Cataluña 247 millones en aulas digitales y formación del profesorado. Esperemos que el uso de estos recursos por parte del Departament d’Educació de la Generalitat, especialmente en los entornos más vulnerables, redunde en el impulso de esa pedagogía innovadora y contribuya a dejar atrás un debate sin fundamento. III