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Por qué estos colegios de L'Hospitalet abren sus puertas en verano. La respuesta te dejará atónito
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Por qué estos colegios de L'Hospitalet abren sus puertas en verano. La respuesta te dejará atónito

Por Anabel Castillo Ruiz
lunes 08 de septiembre de 2025, 11:00h
En L'Hospitalet, seis escuelas abren sus patios fuera del horario escolar para ofrecer espacios seguros de juego a niños y adolescentes, especialmente en verano. Este programa, iniciado tras la pandemia, ha facilitado la reconexión social y ha abordado la vulnerabilidad juvenil. Además, afronta los retos en la inclusión de la chicas y la mejor de la convivencia entre géneros.

Una tarde de verano cualquiera. Treinta y tres grados de temperatura. Qué atrás queda el fin del curso escolar y el bullicio de las aulas.. Se diría que en otro tiempo, muy lejano. Pero las puertas del colegio Sant Josep-El Pi, en L’Hospitalet, se abren. Son aproximadamente las seis de la tarde y el patio de la escuela está lleno de niños y adolescentes, casi tantos como si hubiera clases. A pesar de las altas temperaturas, algunos padres se atreven a acompañar a sus hijos. Dos educadoras se refugian en la sombra y, atentas, observan el juego de los pequeños en la cancha de fútbol. Una imagen que se repite cada día en seis escuelas de la asegunda ciudad de Cataluña. Colegios que cubren estratégicamente una necesidad imperante en cada uno de los distritos del municipio: la creación de espacios de juego seguros para la infancia y la adolescencia más allá del durmiente calendario escolar.

Además de Sant Josep-El Pi, se suman escuelas como Santiago Ramón y Cajal, Pompeu Fabra, Pau Casals, Puig i Gairalt y La Marina. Todas ellas comenzaron a abrir sus dependencias, más allá del horario lectivo, tras el fin de la pandemia. Respondían así a la necesidad de crear nuevos espacios de encuentro y reconexión personal. Lo que en principio nació como un proyecto pensado para las vacaciones acabó ampliando su alcance y consolidándose a lo largo de todo el año escolar. “Durante el curso vamos principalmente los fines de semana. En verano, vacaciones o Semana Santa, sí que estamos allí todos los días, de lunes a domingo”, explica Katerin Zamudio, coordinadora del proyecto a través de la Asociación Itaca. Entidad educativa de La Torrassa que, a partir de un convenio con el Ayuntamiento, se encarga de la organización del espacio público y el colectivo que proporciona el equipo de educadores que monitoriza las diferentes actividades.

Un promedio de 200 niños diarios

“Estamos recibiendo un promedio de 200 niños diarios en los seis espacios. La semana pasada (finales de julio) tuvimos 1600 participantes”, comenta Katerin. Cifras que evidencian la efectividad de los centros abiertos, que han acabado consolidándose como una opción real para muchos jóvenes, principalmente gracias al boca a boca. Este programa, además, ha servido para garantizar espacios seguros para jóvenes en situación de vulnerabilidad. Y más en la temporada de verano, en la que muchas familias sin capacidad económica para pagar casales o extraescolares, encuentran en estos centros un refugio seguro para sus hijos e hijas.

Al principio, sin embargo, la iniciativa funcionaba de manera mucho más sencilla. “Alguien abría el espacio, los chicos jugaban, y luego se cerraba”, explica la Coordinadora del proyecto. Así, no únicamente ha cambiado la temporalidad del programa, sino que el enfoque hacia lo pedagógico se ha vuelto mucho más evidente. Y es justo en este punto donde se dibuja la diferencia entre los parques convencionales y estos espacios controlados. Muchos recordarán aquellos carteles en los que se prohibía explícitamente jugar a la pelota o aquellos vecinos que chocaban constantemente con el ruido de los adolescentes en la calle. Son solo algunos ejemplos que demuestran la complejidad que supone integrar a muchos jóvenes en la vida de los espacios públicos. “Nos dimos cuenta que los centros abiertos no solo eran necesarios para los niños y niñas, sino también para adolescentes y jóvenes, que muchas veces no son bienvenidos ni en los parques ni en las plazas. Es como si constantemente se les apartara de los espacios públicos”, añade Katerin.

Extrema carencia de zonas verdes

Lo que está claro es que en lugares tan altamente urbanizados como sucede en l’Hospitalet de Llobregat, con extrema carencia de zonas verdes, los patios de las escuelas se abren como zonas seguras para niños y adolescentes. No solo eso, estos espacios también sirven como refugios climáticos durante temporadas de extremo calor. “Yo misma me he preguntado: ¿Por qué estos niños están aquí con este calor? Pero cuando te detienes a ver la realidad, te das cuenta de que muchos viven en casas con hasta diez personas, sin aire acondicionado y en condiciones de hacinamiento. Este espacio termina siendo un lugar fresco, una especie de refugio para ellos”, amplía la educadora social.

En aquella tarde volátil de verano de la que hablábamos al principio, en Sant Josep-El Pi, los progenitores custodiaban desde una cierta distancia el juego de sus retoños. Pero es un episodio que no sucede por igual en todas las escuelas, según explica Zamudio. La realidad social de cada distrito se ve ilustrada cada tarde en cada uno de los patios. En algunos espacios, el fútbol es lo más presente; en otros, las manualidades. Los chicos y las chicas -como dice la canción de Los Bravos- van moldeando su propio lugar y cada espacio termina reportando características únicas.”Ningún patio se parece a otro. Para mí, cada uno refleja lo que pasa en ese barrio. La dinámica de cada barriada se reproduce inevitablemente”, comenta la coordinadora del proyecto.

Agresividad entre chicos y chicas

En algunas escuelas, los educadores y educadoras percibían cierta agresividad entre los chicos y chicas. “Había una fuerte carga territorial, y también influyen aspectos culturales. Se percibía una especie de lucha de poder, una tensión constante influida, en parte, por los adultos”, añade Katerin. Y es este, justamente, uno de los grandes retos de los educadores, intentar transformar algunas de las conductas que se viven en los patios. La presencia del educador ha permitido establecer referentes adultos cercanos para muchos jóvenes, marcando límites e incorporando figuras con las que compartir preocupaciones.

De hecho, los adolescentes de segunda generación migratoria —es decir, los hijos de las familias que emigraron a la ciudad desde prácticamente los cinco continentes— han podido verse reflejados en los propios educadores, quienes en muchos casos también son foráneos.“Poder trasladar mi experiencia laboral y profesional —trabajando en mi país con víctimas del conflicto armado y con niños en situación de vulnerabilidad— y encontrar aquí un proyecto que me abra las puertas ha sido realmente espectacular”, explica la coordinadora del proyecto. “Y aún más significativo es poder trabajar con población venida de fuera, que representa la mayoría de nuestros chicos. Muchos de los educadores también somos emigrantes, y eso nos convierte en un punto de referencia muy valioso para ellos. Se ven reflejados en nosotros”, continúa la educadora.

Ellas quedan fuera

La dinámica de barrio no es lo único que queda reflejado en cada patio. Las diferencias entre sexos también quedan ilustradas. El fútbol es,, en la gran mayoría de escuelas, la actividad por excelencia. ¿Cómo potenciar la convivencia del fútbol con otras actividades? Todo un reto para el equipo de educadores. Un deporte que durante el curso monopoliza todo el espacio y que, además, impide la acción de otro tipo de actividades. “Si no jugaban al fútbol, se iban”, comenta Zamudio. Con el tiempo, los educadores de la Asociación Educativa Itaca han conseguido incorporar nuevos deportes y actividades, nuevas formas de hacer. El fútbol incluso se ha convertido en aliado. “Ha sido increíble ver cómo se han formado nuevos vínculos… Ahora todos se han hecho muy amigos y los ves por el barrio conversando y compartiendo. Además, ya pueden jugar juntos chicos grandes y pequeños, algo que antes no ocurría”.

Sin embargo, en este proceso sigue costando incorporar a las chicas. Ellas quedan fuera, pese a los intentos del equipo por introducir actividades y deportes diversos. “Creemos también que la menor participación de mujeres se debe, en parte, a temas de cuidado. En muchos casos, por ejemplo, llega una niña de 11 años con un bebé de dos... O vienen con sus hermanas y hermanos o se tienen que quedar en casa cuidándolos”, explica la coordinadora y miembro del proyecto de la Asociación Itaca. Así, para el equipo de educadores la lucha aún está presente. El objetivo es claro: intentar fomentar, y cada vez más, la igualdad en los patios. Sea invierno o verano. Haya clases o no. III

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