En el tramo final de su condena, Jordi se formó como cocinero en el mismo restaurante donde ahora ayuda a otras personas a salir adelante“Todo tiene fecha de caducidad. Hay que mirar para adelante, porque si uno tiene ganas de trabajar, al final encuentra trabajo, sobre todo si te forman y te ayudan a encontrarlo”
Equivocarse es de humanos, pero aquellos que pagan con su libertad por cometer un error, una vez cumplidas sus penas, se encuentran ante el doble reto de encontrar empleo para poder reconstruir sus vidas. El programa Reincorpora acoge a personas que están en el tramo final de su condena penitenciaria o que son derivados de algún organismo de Justicia, asegura Mar Sabrià, técnica de las acciones formativas en la entidad Formación y Trabajo que financia.
Esta entidad es una de las que proporcionan en España la vía que ampara a “quienes quieren hacer borrón y cuenta nueva”, olvidar el pasado y emprender un nuevo camino para reencontrarse con la vida, la autoconfianza y las ganas de empezar de cero. La técnica del programa Reincorpora, Mari Pau Gómez, remarca que “los alumnos que siguen nuestros cursos cometieron un error y ya han saldado su cuenta” y que, es tan alta su motivación, ganas de aprender y trabajar, que “entre un 50%-60% de personas que nos derivan con esta situación encuentran trabajo”. El programa que financia la Obra Social “la Caixa” se basa en una propuesta educativa que suma intención pedagógica y utilidad social. Conjuga la formación en oficios y las actuaciones de servicio a la sociedad, fomentando competencias, habilidades y valores, al mismo tiempo que promueve la participación social y el compromiso cívico.
Todo tiene “fecha de caducidad”
Jordi Bosch, ex alumno del programa Reincorpora, es un caso de éxito después de saldar los problemas que tuvo con la Justicia y de los que prefiere no hablar, porque ahora encara el presente y el futuro con renovada ilusión. El Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE), del Departamento de Justicia de la Generalitat “me obligó a hacer un curso y escogí el de cocinero porque tenía experiencia”. Jordi, a sus 39 años de edad, destaca que siempre ha tenido “la autoestima muy alta”. Por eso, cuando “me pasó lo de la cárcel, pensé: esto tiene fecha de caducidad y ya llegarán tiempos mejores”. Así fue, porque Jordi ya tiene trabajo fijo como cocinero en el restaurante D’ins de Formación y Trabajo, el mismo espacio en el que se formó en ese oficio. De esta forma, también es un ejemplo para sus compañeros, lo que le llenan doblemente de gratitud ya que, además, “ayudas a mucha gente trabajando aquí porque les enseñas”.
A partir del curso, Jordi hizo unas prácticas en el bar de un conocido y, cuando volvió a la Fundación, como en esos momentos no había cursos disponibles, lo destinaron a la cocina, lugar donde demostró sus cualidades. Gracias a su actitud proactiva y dedicación, la entidad social lo contrató y aún sigue. Anteriormente, Jordi había trabajado en una “empresa familiar que se hundió; luego me pasó lo de la Justicia, y entonces llegué a la Fundación”. Pero siempre con una sonrisa dibujada en la cara. Este luchador recomienda a las personas que estén en su antigua situación que deben “mirar para adelante”, porque todo tiene fin, y “si uno tiene ganas de trabajar, al final encuentra trabajo”. Igualmente, aconseja hacer los cursos de hostelería, camarero de pisos, u otros, porque “son muy interesantes y encima te ayudan a buscar trabajo”.
Nunca rendirse
Mari Pau Gómez señala que hay éxitos laborales como el caso de Jordi Bosch, pero también fracasos, porque muchas personas “no gestionan bien la libertad o salir de la cárcel”. La técnica recuerda la experiencia de un hombre que participó en el programa Reincorpora de la Obra Social “la Caixa”, que tenía unos 46 años de edad y que estaba muy motivado por trabajar y participar en todas las acciones formativas. Incluso realizó el “aprendizaje-servicio” para desempeñar labores altruistas a la comunidad. A pesar de tratarse “de una persona comprometida, no encontraba trabajo porque siempre lo rechazaban”, hasta el punto de que no le daban la oportunidad de hacer una entrevista. En una campaña de recogida de alimentos se apuntó en su barrio para participar y “le dijeron que no porque ya estaba el cupo cubierto”. La técnica recuerda que se deprimió mucho “porque pensaba que no le querían ni para ayudar gratis”. Afortunadamente, ha encontrado trabajo en una lavandería gracias a su perseverancia y a la formación que recibió en la Fundación FiT.
En las empresas no existe rechazo expreso a la hora de aceptar empleados procedentes de centros penitenciarios, porque las que colaboran “ya han asumido la obra social y trabajan en este terreno”, añade Mari Pau. Además, se ha producido un cambio de actitud en este colectivo de personas, ya que “cuando van a las primeras entrevistas, se muestran inseguros y cuando consiguen el trabajo se les dispara la autoestima y la autoconfianza”. En este sentido, Mar Sabrià, técnica de los puntos de formación, destaca que sí existen los “estereotipos y prejuicios sociales” por parte de las empresas hacía cualquier tipo de personas, ya sea porque son mayores, porque no tienen experiencia en el sector o bien porque “están deteriorados porque la vida les ha castigado”. Y es en este punto donde hay que esforzarse en darles nuevas oportunidades.
Un “éxito relativo”
Mar subraya que su función, como técnica formativa, es la de reforzar el reciclaje profesional y personal de los alumnos para que recuperen habilidades, actitudes, motivaciones, la confianza para emprender y mantener la búsqueda de trabajo con positividad. “Para mí el éxito es relativo”, porque puede considerarse un triunfo el hecho de que un alumno se mantenga activo en la búsqueda de empleo, la autonomía personal, conocer el camino correcto para conseguir una meta, recuperar relaciones, la seguridad de las personas a la hora de buscar trabajo, etc. Mar Sabrià incide en la importancia de “volverse a activar”. Y empezar por la formación es una de las vías.
Emmanuel Pérez, alumno del programa Reincorpora, tiene 27 años y es natural de la República Dominicana, pero lleva en España unos 15 años. “Gracias a mi tutor, Alex, de la Fundación APIP-ACAM, me enteré de este curso y ahora estoy aprendiendo un oficio”. El joven recuerda que “tiempo atrás, trabajé como pintor, mozo de almacén, de torero, y en otras fábricas”. El éxito de Emmanuel no parecía cuajar y por eso lo veía “todo un poco negativo”. Pero ahora, con el curso “estoy contento porque puedo llegar a ser camarero”. III