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Guerreras contra el covid: El entusiasmo funciona como antídoto
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Guerreras contra el covid: El entusiasmo funciona como antídoto

viernes 09 de abril de 2021, 08:00h
Una joven logra reflotar un restaurante de Sant Esteve Sesrovires en plena pandemia.

A Laura Díaz, la pasión por la hostelería y la restauración le corre por las venas, le viene de familia. Y esa genética privilegiada de fogones y barra ha generado en su sistema inmunitario unos antígenos de entusiasmo capaces de resistir hasta la más de lesiva de las cepas del covid-19 que asola desde hace un año a los bares y restaurantes de todo el territorio. Solo tiene 22 años, y pese a que acaba de salir del horno de la Facultad de Turismo y Dirección Hotelera Sant Ignasi (HTSI), ha sido capaz de doblegar la curva que apuntaba a la ruina del restaurante del Club de Golf Barcelona de Sant Esteve de Sesrovires (cerrado y abandonado por sus anteriores explotadores desde el comienzo del Estado de Alarma)- y en solo cuatro meses convertirlo en el OAK, un negocio que avanza viento en popa en mitad de la pandemia. Además, con el hándicap de ser una mujer directiva, algo que en su sector se sigue viendo como una rara avis.

-¿Dónde está el jefe?- le preguntan a Laura la mayoría de los proveedores y preventas que acuden al Restaurante OAK por primera vez.
-Soy yo.- les contesta sin doblegarse. La miran con cara de extrañeza y no acaban de creérselo. Hasta cambian el tono de voz.
-Tu padre, que dónde está tu padre, reina, -insisten. Pero no hay más cera que la que arde. Laura es la gerente. Su padre y mentor está a sus órdenes, igual que los otros nueve integrantes de la plantilla.
-Solo pasa con las personas de más edad y cada vez menos. Primero me sentaba mal, pero ahora me río. El mundo ha cambiado.- sonríe la joven.

Y tanto que el mundo ha cambiado en favor de la igualdad de género. O está en ello. El 85% de los compañeros de promoción de Laura son mujeres, aunque todavía hay pocas féminas ocupando cargos directivos en el sector de la restauración y en los hoteles. Pero piano, piano. El ejemplo de Laura Díaz, una valiente por encima de todo, no es más que una punta de lanza de lo que está por venir.

Formar parte de ese relevo generacional -los suyos explotan desde hace años el restaurante El Roble de Barcelona- ha sido la clave de bóveda para que el OAK remonte el vuelo, aunque en su éxito empresarial han influido otros factores como el hecho de que los socios del club de golf estuvieran ansiosos por disfrutar de un restaurante de calidad. O que, con el confinamiento, los potenciales clientes hayan tenido que quedarse en casa los fines de semana y, en lugar de irse a esquiar, han reservado mesa en el establecimiento, donde puede disfrutarse de una oferta culinaria “basada en el producto fresco y sin maquillajes en el plato, para que la calidad de los ingredientes sea más evidente. Todo muy simple, pero siempre muy natural”, indica la gerente. Y a un precio razonable. Se puede comer a la carta -donde gobiernan con ímpetu las brasas- por entre 25 y 30 euros. Los días laborables el menú cuesta 17 euros y los fines de semana, de 26 euros.

En esta historia, el pez chico se ha comido al pez grande, pues al progenitor de Laura no le ha quedado otra que rendirse al terremoto innovador de su hija, al márketing, a las redes sociales... “Le ha costado algo adaptarse porque entiende la hostelería como hace 50 años. Pero al final ha acabado escuchándome y nos compenetramos bien”, reconoce la gerente. Su padre debe estar más que orgulloso.

Tras superar con nota el arranque de la aventura, el objetivo de Laura Díaz es ahora consolidar la clientela y ampliarla, pues el OAK “no es para nada un coto privado para golfistas”. Y en cuanto se permita, todo está más que listo para servir cenas. III

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