Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”, advierten unos conocidos versos del poeta modernista Rubén Darío. El genial escritor nicaragüense no tenía ni idea cuando los publicó en 1905 de que 115 años después una plaga bíblica denominada covid-19 vendría para robarle a muchísimos adolescentes ese preciado tesoro: su propia juventud. Confinamiento, aislamiento, toque de queda, cierres forzosos de bares y salas de ocio nocturno -pero también gimnasios, polideportivos o teatros- han hecho añicos más de 500 días llamados a señalarse en rojo en el calendario por ser el de la primera cita o el primer beso, la graduación, el concierto del rapero de moda… el de centenares de sueños, proyectos y planes.
El coronavirus ha privado a toda una generación de la novedosa y apasionada intensidad, cambiante, llena de altibajos y de emociones que solo se estrena una vez en la vida. En esta tesitura, el Ayuntamiento de Sant Boi se ha sacado de la chistera un ambicioso plan de choque para los adolescentes de entre 12 y 18 años del municipio (que han colaborado en su confección) y lo ha dotado de la generosa cifra de un millón de euros.
El proyecto de Sant Boi es especialmente relevante porque por primera vez aborda la realidad de jóvenes y adolescentes y las consecuencias que les ha acarreado la pandemia, y lo hace desde una visión integral que abarca desde la atención a las emociones, la salud mental y los hábitos saludables hasta el uso de los espacios públicos como punto de encuentro educativo. Y además no se conforma con eso y pretende convertirse “en una punta de lanza que abra camino. No es un punto y final”, asegura la alcaldesa de Sant Boi, Lluïsa Moret.
“De repente apareció el coronavirus y fue un shock para todos”, reconoce Harold, uno de los adolescentes que ha participado en la redacción del plan. A Fátima, otra de las coautoras del proyecto, la pandemia ha puesto su vida del revés y,solo la mantienen firme “los nervios y el miedo, porque no sabemos cuándo va a acabar todo esto, cuando podremos volver a tener una vida normal”.
Tanto encierro da para muchas cosas, malas y también buenas, como cultivar la autoestima. Por ejemplo, Paula, los ha utilizado “para reflexionar, para pensar en mi y descubrir que soy una maravilla”. Lo mismo que le ha ocurrido a Mari:“Ahora soy una persona diferente”. Alvin, que reconoce que sufrió “ansiedad” durante el encierro, ansía ahora “recuperar lo que he perdido”.
El concejal de Joventut de Sant Boi, Marc Aguilar, destaca que con la participación de entidades, jóvenes y técnicos “se ha hecho política real, así se han detectado cuáles eran los principales problemas de los jóvenes”. Uno de los grandes descubrimientos de este trabajo previo es que se ha constatado que “a los adolescentes no se les debe sacar del hábitat donde se sienten cómodos”.
Otro de las enseñanzas de este intercambio de experiencias generacionales es que los botellones son algo más que una quedada para emborracharse, “son el único modo que muchos jóvenes tienen para socializar porque todas las alternativas para hacer amigos, para charlar o para ligar están cerradas”, subraya Aguilar .
Laura Padilla, representante de las entidades que han construido el plan de choque destaca que la prioridad sigue siendo “la emergencia social y económica”. Pero sin olvidar, que los jóvenes también necesitan “abrazarse y besarse”, algo imposible o impensable en la quinta oleada de la pandemia. Definitivamente, cuando todo acabe, para los adolescentes del covid-19 cualquier tiempo pasado nunca será mejor. III
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