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Entre las dos “A” vuelve a andar el juego (y el futuro)
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Entre las dos “A” vuelve a andar el juego (y el futuro)

viernes 04 de noviembre de 2022, 19:30h

A veces las casualidades no lo son tanto, como postulaba Fredrich Schiller, y si se escarba acaba aflorando el vínculo subyacente.

Sea coincidencia o no, la historia reciente de los debates sobre los usos del Delta del Llobregat ha estado curiosamente marcada por la letra “A”. Este protagonismo alfabético sigue más vivo que nunca en cuanto se dirige la atención al proyecto de ampliación de las ZEPA promovido por la Conselleria d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural (hay quien echa en falta una cuarta “A” -la de agricultura- en este nomenclátor), cuya titular es Teresa Jordà (ERC).
A finales del siglo XX, cuando los tiras y aflojas por definir la ubicación de la tercera pista del aeropuerto Josep Tarradellas de Barcelona-El Prat (más lejos o más contigua a la rampa principal) surgió la primera disyuntiva encabezada por la letra que abre el abecedario: aviones (mayor operatividad cuanta más distancia entre pistas y apuesta de AENA) o aves (a menor separación, menor afectación en la reserva natural, patrocinada por el Ayuntamiento de El Prat). Aunque al final la decisión fue casi salomónica, pesó más la “A” aviar que la aeronáutica.
Hace apenas dos años volvió a generarse una nueva confrontación política que pivotó sobre la primera vocal, a propósito del fracasado proyecto de ampliación aeroportuaria. El fallido plan del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) se cimentaba en la prolongación de la tercera pista pratense unos 500 metros, lo que suponía pasar por encima (literalmente) de la laguna protegida de La Ricarda. En esta ocasión el duelo vocálico fue entre la “A” de asfalto (por la extensión física de la rodadura de la pista) y de nuevo la “A” de aves (esta se repite inevitablemente porque las ZEPA siempre son la piedra en el zapato). Es archiconocido que, para disgusto de muchos -en especial de los portaestandartes económicos-, la segunda “A” se apuntó una contundente victoria, en la que tuvieron mucho que ver ERC y el consistorio pratense. Igual que ahora.
Solo un año después, vuelve a saltar a la palestra el mantra de la auto-lucha intervocálica, ahora de la mano del dueto adversativo “agricultura o aves”. O mejor, “alimentos o aves”. El enigma de esta dicotomía es de tan rabiosa actualidad que aún no se ha resuelto, pero a tenor del proyecto de ampliación de las zonas ZEPA, las aves vuelven a tener el as en la manga.
Hasta ahora, la “A” de aves parecía despertar siempre más simpatías públicas que sus rivales, seguramente porque se enfrentaban a rivales tan inanimados como las pistas del aeropuerto. Pero les ha surgido un duro competidor de carne y hueso: los agricultores del Parc Agrari, que no se resignan a ser un mero sparring y que no se van a dejar doblegar fácilmente. Normal, les va la vida y el futuro en ello. Y es que la propuesta de ampliación de las ZEPA del Delta que Acció Climàtica se ha sacado de la manga (porque la Comisión Europea no se lo ha pedido por carta como erróneamente se ha hecho creer) es una seria amenaza no solo para el devenir y las expectativas de la payesía local, como sus propios interesados se han preocupado en airear, sino para el futuro de todo el Baix Llobregat.
Acaba de concluir el periodo de alegaciones al proyecto de ampliación de las ZEPA y los agricultores no solo han presentado una batería de sólidos argumentos en contra, sino que advierten que llegarán hasta donde haga falta para paralizar el proyecto en el caso de que el Govern se empecine en sacarlo adelante pese al rechazo social que despierta, pues incluso el grupo político de ERC en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) se ha posicionado en contra.
Y es que la intervención se ha plasmado sobre el papel de espaldas al territorio (no solo al sector agrícola) y comete tropelías como deglutir como reserva natural justamente los campos de cultivo más fértiles de Sant Boi y Viladecans, para desesperación de sus propietarios y sus aparceros. Además, toda la operación se está acometiendo con la boca pequeña, asegurando a los campesinos que no tienen nada que temer, pero a la vez no dejándoles claro a qué limitaciones van a tener que enfrentarse.
El remake del debate de la doble “A” es más profundo que nunca, porque ahora está en juego la pervivencia de la privilegiada despensa de frutas y verduras metropolitana, que alimenta a dos millones de personas. Si las aves acaban pesando más que los intereses agrícolas es probable que clave la puntilla a un sector que precisa modernizarse y tecnificarse para ser competitivo y sostenible, como mandan ahora los cánones, algo a todas luces incompatible con las restricciones inherentes a una reserva natural. El sector le ha pedido a Teresa Jordà que reflexione, que se lo piense antes de decidir. Motivos no les faltan.

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