En los últimos años, la cirugía estética ha dejado de ser un recurso puntual para convertirse en una práctica habitual, e incluso frivolizada. Preocupa que a quien atrae con más fuerza sea a los adolescentes y jóvenes que aspiran a un ideal de belleza tan artificial como inalcanzable, en muchos de los casos.
Muchos jóvenes piensan que solo pueden ser bellos a golpe de bisturí y ocurre que no siempre se logra y menos con los resultados esperados. Se ha instaurado una cultura de la estética que nada tiene que ver con la salud. Retocarse, cada vez a edades más tempranas, se ha normalizado e incluso está alcanzando niveles inquietantes. Inquieta pensar que a muchos jóvenes y no tan jóvenes les preocupa más la belleza exterior que la interior.
No se puede hablar del auge de la cirugía estética y de la obsesión por la belleza externa sin señalar el enorme impacto de las redes sociales. Hoy cualquiera puede comparar su rostro con filtros imposibles, influencers retocados o personajes que presumen de resultados perfectos sin mencionar qué parte es cirugía, qué parte es maquillaje y qué parte es Photoshop. Las exigencias estéticas están aumentando tanto que corremos el riesgo de acabar con una sociedad de rostros clonados, con los mismos rasgos, donde lo diferente será la excepción.
Además, las redes, lejos de fomentar la autoestima crean una competencia irreal donde siempre debes ser el mejor, el más atractivo y el más exitoso de cara a la galería y el bisturí aparece como un una herramienta rápida para lograrlo. Esto puede llevar a tomar decisiones sin pensarlas bien, basadas en expectativas no realistas, lo que a menudo trae consecuencias negativas para la salud mental y física. Es fundamental priorizar la salud mental y la autoestima, buscar el asesoramiento de profesionales cualificados y entender que la cirugía debe ser un deseo personal, no una respuesta a la presión social y digital. La cirugía estética no es, por sí misma, el problema, el peligro aparece cuando presiones estéticas, sociales o económicas empujan a intervenirse sin necesidad, sin información suficiente o sin condiciones seguras.
Se puede dar la paradoja de que, intentando buscar la belleza eterna, se empiece demasiado pronto y se termine envejeciendo antes. Y aunque parezca un tópico, la belleza está en el interior y eso es lo que debemos transmitir a nuestros jóvenes y adolescentes; cuida de tu salud física y mental para alcanzar una madurez que puedas vivir con serenidad y no convertir tu vida en una carrera desesperada por borrar el paso del tiempo.
Y quizás, una última reflexión ahora que viene Navidad: es mejor regalar afecto, cariño y tiempo que ‘bisturí’, porque lo que solo embellece por fuera, se va, pero lo que da belleza interna permanece para siempre. III