El panorama en el mundo no invita al optimismo, las guerras continúan, las desigualdades se cronifican y la mayoría de los políticos están más preocupados por mantenerse en la “casta” que en encontrar soluciones para los problemas cotidianos.
Uno de ellos es especialmente doloroso para un sector de la población: los jóvenes. El acceso a la vivienda se ha convertido casi en un objeto de lujo para muchos proyectos de vida, sean en pareja o individualmente.
La administración del Estado y, por tanto, el gobierno, sólo ofrece “ocurrencias” puntuales, propaganda y silencios ante semejante desajuste en el mercado de viviendas. Desde hace mucho tiempo, me pregunto porque no se legisla para combatir “las ocupaciones” y sus consecuencias: desconfianzas, violencias, crispación, injusticias… La construcción de viviendas sociales forma parte de todos los programas electorales de los partidos, proponen cientos de miles durante una legislatura; la realidad postelectoral roza la “burla” y la incompetencia. En el barrio de Marianao se están construyendo pisos por precios inaccesibles para la mayoría (cerca de 300.000 euros. Los alquileres rondan los 900 euros, las habitaciones individuales sobre 500 euros.
A la parroquia viene una familia sudamericana con un hijo autista y ciego. Viven los tres en una habitación. Los mecanismos sociales están fallando, la solución habitacional para esta familia no existe, y eso que pueden pagar un alquiler de mercado.
¿Por qué este problema u otros parecidos no encuentras sensibilidad en las administraciones? ¿Por qué las respuestas son “silencios” burocráticos o de instituciones que deberían proteger a las clases más desfavorecidas, por ejemplo: los sindicatos? Hay demasiados silencios cómplices, hay falta de voluntad para cambiar estas injusticias.
Estamos creando una sociedad carente de autocrítica con los problemas reales de las personas, nos introducen en la propaganda ideológica y mediática. Unas minorías pretenden decidir qué es lo importante y qué es lo secundario.
Estamos abriendo un mercado inmobiliario que sólo beneficia a aquellos que disponen de dinero para invertir, sean grandes fortunas o grupos de financieros. El Estado está para poner ciertos filtros o condiciones a estas especulaciones amorales.
Todos deberíamos, de una forma u otra, sentirnos sensibles a este problema habitacional que para muchas familias y jóvenes es un gravísimo problema. III
«¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.» (Lucas 6,25)