La Colau a sus 55 años puede senitrse satisfecha de su periplo vital. Con un equipaje ligero, ha escalado hasta ser la primera alcaldesa de Barcelona durante dos mandatos, con un sueldo (rebajado) de 3.200 euros/mes.Trataremos de aportar algunos detalles poco conocidos. El primero, que contra lo que suele creerse, su nombre no es Ada sino Inmaculada, un nombre muy español y tridentino. Lo de Ada tampoco tiene que ver con la novela ‘Ada o el ardor’ del escabroso Nabokov, que relata el amor incestuoso de dos hermanos. No es el caso. Aunque Colau se ha declarado bisexual en muchas ocasiones, en especial con una pareja italiana durante un ‘Erasmus’, aunque la Colau inacabó sus estudios de Filosofía.
Hija de una pareja “hippie” que a sus tres años se separó y creó nuevas familias. Colau suma cinco hermanastros en total y aunque ella manifiesta llevarse bien con todos, lo cierto es que convive más con su parentela materna: todo un matriarcado. El padre (Ramón Colau Rami) procede de la Ribagorza oscense, solar de los almogávares, por cierto. Un foco rebelde con experimentos colectivistas del llamado comunismo anarquista durante la Guerra Civil que la República tuvo que sofocar. Ejerció como diseñador gráfico y en la actualidad reside en Almería. La Colau, un tanto confusa en su ideario, se ha referido en alguna ocasión al anarquismo como positivo. Sus fobias (antimonárquica, anticlerical y antimilitar y pro libertad sexual) pueden tener un sedimento ácrata, porque ha manifestado con pasión: “Ni Dios, ni amo”, como decían en la CNT. Su madre, Agustina Ballano Bernal, tiene ascendencia soriana y ha ejercido de asesora inmobiliaria con éxito, aunque su primogénita no se ha hipotecado y prefiere vivir de alquiler cerca de la Sagrada Familia.
La Colau asistió a las clases de la Academia Febrer, situada en la zona alta. Ha vivido en diferentes barrios: el Guinardó, Congreso y hasta en el Raval. Al abandonar sus estudios empezó a trabajar: azafata, encuestadora y hasta actriz en una breve serie de Antena 3 sin éxito. Aunque en estas profesiones aprendió a desenvolverse tan bien ante cámaras y micrófonos y a manipular sus mensajes ante los periodistas, que la temían porque les interrumpía y corregía sin intimidarse. Sus performances disfrazada ante sus rivales tuvieron éxito. Había comenzado la carrera profesional de una activista que, gracias a la crisis inmobiliaria del 2008 con los desahucios y sus consecuencias sobre los hipotecados fue popular no solo en Barcelona sino a escala nacional con sus iniciativas -como la dación en pago- para saldar las deudas bancarias. También es cierto que se “enchufó” en el DESC, un chiringuito subvencionado y a cargo del comunista J. Borja. La Colau fue ‘okupa’ y participó en el movimiento anti-desahucios durante un largo periodo.
Aunque es reservada sobre temas personales (según le va)se ennovió con el abogado Asens y posteriormente con Adrià Alemany, cinco años más joven y padre de sus dos hijos, aunque ya separados hace años. La Colau, que había dicho que no aspiraba a cargos políticos, tal vez aún influida por su vago anarquismo, reticente al profesionalismo político, se dedicó de repente a enfrentarse con el tibio alcalde convergente Trias, un pediatra que no ha ejercido apenas, un fiel de Pujol. La campaña fue dura y muy ocurrente por parte de Colau y los suyos y es justo reconocer que, con poco dinero, obtuvieron un gran éxito, lo que afrentó a la llamada “sociovergencia”. Hubo declaraciones altisonantes y despreciativas sobre la nueva estrella política.
Disolvió los antidisturbios municipales. Fiel a sus prejuicios anarcoides no montó belenes ni fue a misas. Sacó estatuas, quiso modificar el callejero -con nombres de reyes y generales- rebautizándolo con nombres de héroes anónimos- y dedicando monumentos a vendedores ambulantes negros a los que convenció para se se “sindicaran” inútilmente en una cooperativa tras las batallas con los guardias. Potenció el Eje Besós (tan descuidado siempre) y experimentó con las tres “superilles” y fracasó con su señalética para pacificar el tráfico. En cuanto a la conexión tranviaria por la Diagonal, no logró acabarla.
Su fuerte dominio del tema de la vivienda fue en realidad su gran fiasco. Al enemistarse con los constructores y hoteleros, potenció el alquiler turístico (Airbnb) y los taxistas y empleados del Metro la chantajearon en temporada alta turística. Sus ideas de comprar a precio de oro edificios vetustos o con problemas legales ha seguido con Collboni. También los contenedores guardería, los pisos-contenedor y las viviendas de madera han sido anécdotas pintorescas, sin más.
Su intento de municipalizar el suministro de agua (enfrentándose a La Caixa y los franceses) que parecía tener al alcance se perdió en Madrid con el ínclito abogado Muñoz Machado, el presidente de la RAE, que venció inesperadamente a su ineficaz Eloi Badia, encargado del tema.
Podríamos considerar el escándalo que supuso que, con los votos de Manuel Valls (Cs), consiguiera ser por segunda vez alcaldesa cuando le empezaban a faltar votos y su popularidad decrecía: deuda municipal incrementada, los pleitos interminables, enemiga del turismo, delincuencia en aumento, sin viviendas suficientes y las subvenciones a entidades “amigas”. Aporta tres ministros a Madrid, pero cuando inició su tercer mandato -ya como edil- se aburría y un buen día se embarcó en la flotilla rumbo a Gaza. Interceptada, a su retorno empezó la pre-campaña de los Comunes. Dos liebres corrían libres por el canódromo (Pisarello y Bob Pop). Tras ellos, seguro que la Colau reaparecerá, porque no la veo en Madrid. Ni en la Fundación La Caixa. Su ardor político se impondrá. III