Desde 1992, el proyecto de la carretera B-25 de Gavá-Cornellá estaba diseñado y calculado. Sin embargo, tras décadas de retrasos, excusas absurdas y muchas vicisitudes, (que detallaremos sin acritud) ha corrido el aviso con la boca chica -por si surgen nuevos imprevistos- de que las obras en su último tramo de Sant Boi-Cornellá (el cruce del río Llobregat), acabarán en el abril del 2026. Pero hay una reserva con un matiz estacional, tal vez sea en primavera o en ¿verano? Esta mínima concreción, llega tras 23 años de aplazamientos con incidencias políticas y presupuestarias. El tramo del bloqueo de obras más crítico que afecta a Sant Boi es de tan sólo 2,26 km de longitud. Un ciudadano cualquiera se hace un lío con las siglas, los desvíos de hoy por aquí y mañana por allá, los atascos y hasta con las fechas o los dineros que nos cuesta la B-25 con su sufrimiento innecesario.
Recorremos y sorteamos resignados los cambios de ruta, carteles confusos, impuestos por la obra, recordando que la fatal rotonda de La Parellada ha tenido récords de accidentes, a pesar del “apagón estadístico” y de las suaves críticas de la oposición al gobierno del PSC local y en todas las localidades vecinas afectadas por el retraso escandaloso de esta obra pública.
Ha habido quiebras, concursos fallidos y falta de dinero, y los dos turnos del PP y PSOE mandando en Madrid, han dado un mal ejemplo a las autoridades regionales, entretenidas a su vez en las obras eternas y costosísimas de la línea 9 de metro con 5.000 millones de euros de sobrecoste, un +151%, peajes a la sombra, o el traspaso de Rodalies. Por todo ello, no han exigido en exceso el pronto fin de la obra. En lontananza la retrasada ampliación del Aeropuerto de El Prat, convertida en vil moneda de cambio para ganar alguna votación parlamentaria. Prácticamente desde su inicio, en la ejecución de esta infraestructura han transcurrido dos generaciones de ‘baixllobregatencs’ y el paso del tiempo no ha sido gratuito: accidentes, muertos, retrasos con despido, contaminación, despilfarro; pero sobre todo un muro de impotencia, en el que han rebotado, las “cartas al director”, artículos, las interpelaciones en plenos municipales y parlamentarios, los programas informáticos “reventados” de ejecución de obras, presupuestos insuficientes e incumplimientos de calendario, y visitas de incógnito de los “señoritos de Madrid del ministerio de Transportes” que ha cambiado 11 veces de nombre en poco tiempo. Toda una muestra de confusión y caos, que ni la ministra-alcaldesa de Gavá Raquel Sánchez supo gestionar.
Mucho anonimato técnico y escasas declaraciones asumiendo responsabilidades por tamaño desaguisado, dadas las penosas circunstancias del desarrollo de la obra. Y teniendo en cuenta que en países como Suiza y Francia, entre algunos, las obras públicas convenidas se mantienen en su proyecto original sin que los cambios políticos puedan interferir. Por todo ello, se impone la autocrítica en los responsables políticos que procurarán disculparse levemente al cortar la cinta e inaugurar la B-25 sobre digamos la primavera o tal vez en pleno verano. Hacerse fotos y reportajes de TV triunfalistas de cara a las sumisas clientelas partidarias. No se trataría tampoco de que las autocríticas fueran del tipo soviético, donde los fallos podían y pueden acabar muy mal con Stalin y Putin, siempre con el previo y humillante autorreconocimiento de culpa. Hoy en China, Cuba, Corea Norte y regímenes afines aún suelen hacerse estos ”ajustes finos” de cara a la opinión pública. La acusación más frecuente en estos procesos públicos suele ser la “corrupción”, un mal bastante extendido entre nosotros. Vale la pena echar un vistazo debajo del puente del AVE a una “central desaladora” que no ha funcionado nunca, con un coste de más de 15 millones de euros y a cuyos responsables (del Tripartito) aún se les exigen culpas en los tribunales. Una balsa de regadío sin uso completa el lote doloso. Hay más ejemplos del mal uso de los fondos UE que ya provocan malestar en los suministradores de recursos de la Europa nórdica y central, que se escandalizan del malgasto y sobre todo de la irresponsabilidad de la clase política española.
Proponemos para abril de 2026 -el final de obra- una solución protocolaria del tipo Lincoln del “pueblo para el pueblo y por el pueblo”. Algo así ocurrió con la inauguración de la variante de Vallirana donde tras 15 años de obras muy retrasadas , el 15 de noviembre 2019 se inauguró sin participación de los políticos, por la presión de los vecinos hartos de pamemas electoralistas y oportunismos.
También en las DANAS, los incendios y pandemias, se ha visto una reacción popular muy crítica contra los políticos profesionales, la llamada “casta”. Mientras, los servicios de protocolo se relamen sobre el esperado acto inaugural de la B-25 y los políticos que asistan adoptarán un perfil bajo, suponemos, porque desde luego, no cabe ningún triunfalismo después de décadas de retrasos y penurias para el ciudadano: cualquiera que va y viene desde unas “ciudades dormitorio” que aumentan su padrón, sin tener recursos suficientes y preparando una bomba de relojería, que su “invisibilidad” urbanística disimula.
Tal vez haya elecciones en España y en plena campaña no pueden inaugurarse obras públicas para no influir en los resultados. Sería así un acto sin protocolo y puramente funcional, como lo fue en Vallirana. El político populista al estilo Alejandro Lerroux, que prometía puentes hasta en pueblos donde no había ríos, debe acabar de una vez. Y tranquilos que Bélgica, estuvo 541 días sin gobierno, un récord mundial y no pasó nada. III