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La verdad y la gran mentira del Delta del Llobregat: cuando lo natural también es artificial
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La verdad y la gran mentira del Delta del Llobregat: cuando lo natural también es artificial

jueves 12 de junio de 2025, 18:35h
Las lagunas del Delta del Llobregat, como La Ricarda o El Remolar, están en el centro de una tormenta política, ambiental y técnica debido al proyecto de ampliación de la tercera pista del Aeropuerto de El Prat. Su origen artificial y su gestión humana contrastan con su riqueza ecológica y su actual rol en la biodiversidad local. ¿Puede una marisma construida por el hombre ser insustituible? ¿O se trata de un mito ecologista más? Porque no todo lo que brilla en la naturaleza es virgen. Los humedales de la desembocadura del Llobregat han sido moldeados por el hombre aunque se hayan consolidado como ecosistemas valiosos. Pero tampoco son reliquias sagradas. Mientras unos las defienden con fervor ideológico y les otorgan inmunidad de aforado, otros se preguntan si no hemos convertido en intocable lo que no es más que una obra de ingeniería construida por necesidad. Entonces, ¿El Remolar y La Ricarda son irremplazables ecosistemas o piezas móviles en una partida política? Pasen y vean. Y juzguen por ustedes mismos.

En los años 90, cuando se debatía la anterior ampliación del aeropuerto (la de la construcción de la terminal T1) había encarnizados debates sobre la ubicación de la tercera pista (esa que ahora se quiere alargar). En esa lid empezó a fraguarse un fervor ecologista que finalmente se impuso a los argumentarios más técnicos. El clavo ardiente al que se agarró la izquierda radical y los verdes entonces fue –igual que ahora– la inviolabilidad de la reserva natural del Delta del Llobregat, que como tal es posterior a la construcción del aeropuerto y no al revés. Cuando se habilitó en El Prat el primer campo de vuelo en La Volatería (el Real Aero Club de Cataluña, estrenado en 1916 y embrión del actual aeródromo) lo que ahora es humedal protegido no pasaba de ser un inhóspito cenagal, un foco de infecciones, enfermedades y plagas.

Foto antigua de La Volateria tomada desde un avión

En mitad de aquellas acaloradas discusiones sobre si la tercera pista debía situarse a 1.500 metros de la pista principal (que era lo óptimo técnicamente y habría evitado la nueva ampliación en marcha) a 1.260 (como pedía el Ayuntamiento de El Prat para salvaguardar al máximo los ecosistemas y la playa) o a 1.350 metros (que fue la decisión salomónica tomada, y que el tiempo ha demostrado que era insuficiente), varios directivos del aeropuerto barcelonés mantuvieron un encuentro informal con los periodistas que cubrían el anguloso tema y uno de ellos le dijo al arriba firmante en flagrante off the record: “Estamos ante un debate estúpido. El aeropuerto no es el malo de la película. Si no fuera por el aeropuerto, no existiría la zona natural. Todo esto se habría urbanizado”, me aseguró con la rotundidad de quien sabe que dice la verdad. Sin pistas ni terminales, muy probablemente la Volateria sería ahora un ensanche marítimo de la ciudad de El Prat, a imagen y semejanza de lo levantado años después en la pineda de Gavà, o tendría usos industriales, como el polígono Mas Blau o la Zona Franca.

El mejor vecino posible

Con esta reflexión, el directivo quería dejar claro que el aeropuerto era el mejor vecino que podrían tener nunca los humedales, porque siempre sería mucho más respetuoso con el entorno que cualquier otra actividad más especulativa (no olvidemos que el Delta también fue durante muchos años una zona de extracción de áridos y que algunas industrias han esquilmado el acuífero). La prueba es que las lagunas siguen ahí. Y en parte eso es así porque el aeropuerto ha sido su gran albacea y porque la mano del hombre siempre ha aparecido detrás de las lagunas. Su artificialidad las ha dotado de mayor dinamismo y mayor capacidad de adaptación. Y es que no se tiene constancia de ningún apocalipsis ecológico en los últimos tiempos pese a que el río fue desviado hace dos décadas y el aeropuerto ya acumula varias ampliaciones.

Un ejemplo: la actual laguna del Remolar es la legendaria desembocadura del río Llobregat del siglo XI. Tras años de riadas, el tronco central del río encontró unos siglos después una nueva salida al mar en la actual laguna de la Ricarda y abandonó el Remolar, sin remilgos. En el siglo XVIII, el Llobregat (que en aquella época se movía como pez en el agua por toda la zona deltaica con cauces casi aleatorios) se serenó y se inventó un nueva trazada (casi definitiva) y acabó desembocando bastante más al norte, junto a la confiscada Marina de L’Hospitalet, a los pies del viejo faro. En paralelo, y libres del yugo de funcionar como la desembocadura principal del Llobregat, La Ricarda y el Remolar se convirtieron en una ría conectada al mar. Con el paso de los años y la intervención del hombre, las rías trocaron en marismas y en lagunas cerradas (aunque con barreras de arena que las aíslan del mar y que se retiran en caso de desbordamiento). En concreto, cuando la lámina de agua de La Ricarda alcanza una altura de 110 cm. la barra de arena se abre a modo de desagüe. No existe un registro detallado de la apertura de la barra de arena antes del año 2000, pero se sabe que era muy frecuente. En los últimos años, la rotura de la barrera ha sido “mucho más esporádica y por cortos espacios de tiempo”, según la Comunitat d'Usuaris d'Aigües del Delta del Llobregat (CUADLL).

Moldeados por la mano del hombre

El Remolar-Filipinas y La Ricarda no son los únicos humedales del Delta moldeados de forma intensiva por la mano del hombre: ahí están también el brazo de la Vidala (completamente rectangular), Ca l’Arana (construida en el siglo XX como compensación tras varios dragados y cambios en el cauce del río); las Basses de Can Dimoni (que ocultan antiguos pozos de extracción de áridos que fueron inundados) o tantas otras lagunas de menor entidad cinceladas de forma artesanal a lo largo de los últimos siglos para estabilizar los impactos de la navegación, regular las aguas o barrar la intrusión marina. Así, lejos de ser una reliquia virginal e inmutable convertida directamente en una reserva protegida por la Unión Europea, la naturaleza del Delta del Llobregat es híbrida: artificial y gestionada por el hombre, con independencia de que, con el tiempo, haya devenido en un importante y rico ecosistema propio.

La historia del Remolar es todavía más ‘humana’ que la de la Ricarda, pues hace medio siglo funcionó como un espacio para actividades recreativas y para deportes náuticos como la vela, el remo, e incluso el esquí acuático, Es más, el actual brazo cuadrangular de la Vidala se rectificó artificialmente a finales de los 60. El humedal de Viladecans se cavó profundo y rectilíneo para permitir la práctica deportiva con la intención de acoger pruebas olímpicas, ya que la Barcelona del alcalde Porcioles -escoltada de forma forzosa por Madrid en una candidatura mixta medio robada- se postuló infructuosamente para acoger los JJOO de 1972, que acabó llevándose Munich.

Hasta un puerto deportivo

El proyecto olímpico de Madrid-Barcelona'72 hasta incluía un puerto deportivo –al estilo del de Ampuriabrava (Girona)- en la desembocadura del Remolar. El sueño olímpico se esfumó, pero el canal de esquí acuático hizo las delicias de aficionados y practicantes durante buena parte de la década de los 70, en los límites del desaparecido camping el Toro Bravo.


Proyecto del Remolar para los JJOO de 1972

Probablemente, la intervención más disruptiva en el Delta del Llobregat se produjo en 2004 con el desvío del río Llobregat 2,7 km hacia el sur para permitir la ampliación del Port de Barcelona y la Zona de Actividades Logísticas (ZAL), aunque el proyecto se concibió en los años 70 del siglo pasado. No era la primera vez que se ejecutaba algo similar en la era moderna. A finales del siglo XIX, la desembocadura del Faro se movió al sur, a unos 3,5 kilómetros de la montaña de Montjuïc y L'Hospitalet perdió su linde con el río. Hace algo más de una década (con el último desvío fluvial en ciernes), las predicciones verdes más dramáticas apuntaban a graves e irreparables daños ecológicos. Pero no se registraron ni están documentados impactos catastróficos en el territorio. Un informe de la Generalitat de 2010 reconoce que los humedales no solo “resistieron” sino que “el flujo (de agua marina y dulce) se reguló adecuadamente” y las lagunas “evolucionaron sin colapsar”, bajo los sistemas de compuertas y canalizaciones diseñados para mantener los caudales adecuados y la pervivencia de estas masas de agua. “La Ricarda y El Remolar no solo resistieron, sino que evolucionaron”, asegura el estudio.

Sin daños catastróficos documentados

Pese a las calamitosas advertencias iniciales sobre el impacto ecológico de la intervención, las lagunas siguen en su sitio y sin daños catastróficos documentados. De hecho, la inmensa mayoría del ecosistema se adaptó a la nueva realidad en respuesta a "una gestión hídrica adecuada”, explica el informe autonómico de 2010. No obstante, no todo es tan idílico. Aunque sean artificiales, los humedales del Delta están vivos y son imprescindibles, pues actúan como reguladores hídricos, reservorios de biodiversidad y barreras frente a la intrusión salina. En particular, la Ricarda alberga unas 43 especies de aves protegidas (entre ellas varias limícolas y garzas) y las 188 hectáreas de la reserva del Remolar‑Filipinas dan cobijo a más de 360 especies de pájaros, orquídeas autóctonas y pinares costeros. Son argumentos que ponen en valor la indudable riqueza biológica y estructural del conjunto.

Nueva desembocadura del río Llobregat

El último fleco por dilucidar entre los expertos es si las lagunas pueden ‘trasladarse’ o modificarse sin que nada ocurra. Los defensores de la mudanza y la modificación de los límites de las lagunas no ven problema en desplazar las marismas como si fueran fichas, pues tachan a La Ricarda de “charca sin valor real” y acusan a los detractores acérrimos de estas prácticas de “falso ecologismo” sin base científica. La gestión controlada y la intervención humana prolongada y sin consecuencias críticas que han padecido estos espacios naturales vendría a refrendar esta teoría. También la respaldan “los buenos resultados observados tras obras (mastodónticas) como el desvío del río Llobregat”, tal y como coinciden varios informes. También avalan estos postulados el éxito de otras intrusiones positivas, que refrendan la buena evolución de actuaciones de compensación. Un ejemplo es la excavación de la eficiente laguna artificial de Cal Tet, que funcionalmente tiene una dinámica similar a la de La Ricarda.

Imposibles de recrear en otro lado

Sin embargo, numerosos análisis científicos y la inclusión de la reserva del Delta dentro de la Red Natura 2000 europea desmontan esa visión tan pragmática y desmienten la idoneidad de su posibilismo. “Son ecosistemas imposibles de recrear en otra parte”, coinciden varios expertos en biodiversidad. El cuidado y mantenimiento artificial no desmerece sus funciones. O, como sostienen organismos técnicos como el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), vinculado a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB): “Nada puede sustituir un ecosistema consolidado en 1.000 años de historia y gestión”, como ocurre con la reserva natural del Delta. No puede obviarse, apuntan desde el CREAF, que, aunque el Delta ha perdido buena parte de su conectividad y biodiversidad —solo un 10 % del territorio original permanece protegido—, las lagunas siguen albergando especies migratorias y "funcionan como nodos ecológicos útiles".

En el otro extremo se sitúa la oposición radical a cualquier obra en el territorio deltaico –y prácticamente en todo el área metropolitana– como la de la plataforma Zeroport o el grupo ecologista Depana. Ambas entidades defienden a calzón quitado que la ampliación del aeropuerto, y en concreto la prolongación de la pista mar, tendrá un “impacto irreversible” en La Ricarda y en el Remolar y culpan de borrachera de “negacionismo climático” a quienes sostienen lo contrario. En el lado opuesto de la contienda, los perfiles más técnicos recriminan a estas plataformas estar siguiendo el dictado de “agendas políticas anti crecimiento” que poco tienen que ver con la preservación ambiental ni la calidad de vida. En un punto medio, el secretario de Transició Ecològica de la Generalitat, Jordi Sargatal, vaticina que "con la ampliación del aeropuerto, el Delta del Llobregat mejorará", gracias en buena medida a las futuras 250 hectáreas adicionales de espacios naturales que se ganarán como compensación a los mordiscos a las lagunas si la Comisión Europea acaba aprobando la jugada.

Ambigüedad natural y artificial

Queda palmariamente claro que en asuntos ambientales no hay blancos ni negros puros. Más bien una escala de grises. La historia de las lagunas del Remolar y de La Ricarda –y de sus hermanas– es una lección sobre la ambigüedad de lo natural y lo artificial. Si bien comenzaron como desvíos, rías, lagunas artificiales o áreas recreativas, a día de hoy todos estos parajes funcionan como eslabones vitales del ecosistema y como garantes del equilibrio ambiental del Delta. Despreciar por completo el valor de los humedales –por su origen artificial– y reducirlos a elementos enteramente prescindibles y sustituibles, sin más, carece de rigor científico. En cambio, comprender su evolución, su manejo estratégico –como ha ocurrido tras el desvío del Llobregat– así como la pervivencia de la función ambiental que siguen desempeñando (aunque haya retoques físicos) constituyen una base objetiva desde la que poder evaluar cualquier amenaza o interferencia futura, prolongación de la tercera pista de El Prat incluida.

Basses de Can Dimoni

La entronización de las lagunas del Delta del Llobregat no responde meramente a un acto de fe ideológico. También es una respuesta fundamentada en ciencia, historia, gestión hídrica y biodiversidad, pero que no debe dejarse arrastrar por extremismos. Los irreductibles defensores de mantener intactos La Ricarda o El Remolar no están en posesión de postulados irrefutables, sino que deben aceptar la vigencia de argumentos mucho más elásticos. Y es que el paso de los años ha demostrado que la mano del hombre está también detrás de la eclosión y la supervivencia del ecosistema de la desembocadura del río, por lo que no puede sentenciarse que cualquier nueva intervención será una condena a muerte para todo el conjunto. Aun así, siempre perdurara una duda. Si desaparecieran parcialmente los humedales, ¿sería una pérdida solo simbólica? ¿o hay algo más? No puede obviarse, sea cual sea la respuesta, que en ningún otro lugar de mundo existe ningún ecosistema similar, modificado por el hombre de una forma tan intensiva, que pueda presumir de haberse convertido en patrimonio y reserva natural.

Los daños a las personas humanas

Tampoco puede olvidarse que, además de la biodiversidad de especies animales y vegetales, los sistemas hídricos o las aportaciones al acuífero hay otros perjudicados por la ampliación del aeropuerto de Barcelona, más anónimos (aunque tengan nombres y apellidos) pero sin tantos privilegios adquiridos como las aves que anidan en las Zones de Especial Protección para las Aves (ZEPA): los millares de ciudadanos del territorio que sufren en sus carnes el ruido y las molestias de los sobrevuelos de los aviones a poca altura, especialmente en Castelldefells. Se trata de un martirio sónico que va a perpetuarse y va a llevar al municipio a enrocarse –junto a El Prat (aunque por motivos muy dispares)– como un baluarte en la lucha contra el crecimiento de la infraestructura aeronáutica, por motivos de salud. “La salud y la calidad de vida de los vecinos está por encima de todo”, defiende a capa y espada el alcalde de Castelldefels, Manu Reyes (PP).

Avión sobrevolando Castelldefels

El primer edil de Castelldefels recuerda que nadie –ni desde la Generalitat ni tampoco desde AENA o desde el Gobierno–, nadie ha pensado “en medidas correctoras” para compensar a los afectados por la contamionación acústica,ni tampoco en “soluciones para reducir el sobrevuelo de las zonas habitadas de la playa de Castelldefels” o en alternativas para acallar “el insoportable ruido” de los motores de las aeronaves al cruzar por encima de los hogares de los vecinos. La actividad del aeropuerto barcelonés va a pasar con la ampliación prevista de 55 a 70 millones de pasajeros anuales, lo que acarrea más tráfico áreo sobre las cabezas de los habitantes de Castelldefels. Huelga decir que, a mayor actividad aérea, más ritmo de paso de aviones. Y a más aviones, más ruido. Y a más ruido... menos salud y menos calidad de vida.

Cara y cruz en la AEBALL

La Asociación Empresarial de L'Hospitalet y Baix Llobregat (AEBALL) se ha posicionado este jueves a favor del impulso definitivo a la ampliación del Aeropuerto de El Prat anunciado por el presidente de la Generalitat, Salvador Illa (PSC). AEBALL ha destacado la importancia del proyecto para la competitividad, la atracción de inversiones y el crecimiento económico de la comarca y el entorno metropolitano. Sin embargo, la patronal ha expresado su rechazo frontal a la ampliación de la ZEPA del Delta del Llobregat, que pasaría a abarcar 2.407 hectáreas. AEBALL ha vuelto a denunciar que esta extensión no responde a una exigencia europea concreta, fue aprobada por un gobierno en funciones y carece de transparencia y consenso con el territorio.

Proyecto irrealizado de puerto deportivo en El Remolar

Baldiri Ros, vicepresidente de la asociación, ha revelado que "Europa nunca ha exigido una ZEPA de estas dimensiones, y el procedimiento seguido presenta numerosas lagunas legales". Por todo ello, la entidad empresarial del Baix Llobregat reclama la suspensión inmediata de esta ampliación de las zonas protegidas, y hace hincapié en que la expansíon de la ZEPA pone en riesgo el desarrollo económico del Baix Llobregat, la viabilidad de su tejido productivo y la seguridad jurídica de nuevas inversiones. AEBALL defiende un equilibrio real entre sostenibilidad y progreso, y subraya que el actual proyecto aeroportuario ya incorpora medidas para reducir el impacto ambiental en zonas sensibles como La Ricarda y El Remolar. "Mejorar el aeropuerto, sí; condenar el territorio, no", sentencia Ros.

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