El día a día en mi bloque de vecinos (en Sant Boi) se asemeja por momentos a un capítulo de la serie televisiva Aquí no hay quien viva, ese relato de ficción surrealista y absurdo sobre la vida en comunidad. Y todo es culpa de las palomas, con ese molesto zureo que emiten, entre otras torturas. “Las palomas son descaradas”, advierte la trabajadora de una empresa antiplagas. “Sus excrementos son corrosivos, afectan a la fachada, a los coches, transmiten enfermedades”. Y además provoca enfados entre el vecindario.
En mi bloque hay ahora mismo dos grupos. Los de los pisos superiores pretendemos instalar elementos antiposamiento; los de abajo no quieren oír hablar de poner un euro. “Por las palomitas, ¿de verdad? ¿Por esos animalicos vamos a desembolsar una buena pasta?”, argumentan los opositores al proyecto. Los de los pisos de arriba, sin embargo, somos conscientes de la alfombra de cacas que adorna desde hace tiempo el suelo de la azotea, donde se ha hecho casi imposible colgar la colada. Las palomas de nuestro bloque han decidido instalarse debajo de los equipos de los aires acondicionados y el riesgo para nuestra salud y la viabilidad de los aparatos es evidente.
Todo empezó con la casa modernista de al lado. Estuvo abandonada durante un tiempo y una colonia de palomas la convirtió en el campamento base para desplegar la conquista del barrio. Se hicieron fuertes y aumentaron espectacularmente el número de sus huestes. Por ahora, el ejército de palomas va ganando. Y la necesidad de responder con elementos arquitectónicos disuasorios se ha hecho más que evidente. “Las palomas están perdiendo el miedo”, asegura la técnica consultada. De hecho, entran en las cafeterías, en los bares, se suben a la mesa mientras tomamos el vermut.
Su vuelo rasante, entre los humanos, pone de manifiesto que ya no nos respetan. “Recibimos muchas peticiones. No sólo de edificios; también de colegios, de oficinas, de todo tipo de instalaciones”. Esos elementos antiposamiento son cubiertas protectoras, pinchos en los canales perimetrales de los tejados, redes… Los importes económicos de estos artilugios oscilan de los 6.000 a los 20.000 euros, según la complejidad del proyecto. En mi bloque, un grupo de vecinos apuesta por la convivencia pacífica con las palomas. El otro, prefiere la lucha. Y el zureo (también el vecinal) que no para. Les mantendré informados. III.