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EDITORIAL

Kilómetros de paciencia con la B-25
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Kilómetros de paciencia con la B-25

viernes 07 de noviembre de 2025, 14:58h
Tal como suena. La construcción de la autovía B-25 en Sant Boi se asemeja al cuento de nunca acabar. Aplazamiento, tras aplazamiento, tras aplazamiento. Pero ahora sí, después de más de dos años de espera, parece que por fin se empieza a atisbar el final de un túnel que incluso podría conducir a una sorpresa viaria positiva antes de final de año. Pero mientras los trabajos avanzan -demasiado lento para los damnificados por los atascos y más completos y mejores para el consistorio local-, la ansiada B 25 sigue siendo el escenario donde, de forma cotidiana (más en hora punta), se juega una partida congestionada y descompensada, en la que los conductores se enfrentan en inferioridad de condiciones a kilómetros de espera y de paciencia forzosa atrapados en las autopistas C-32 y A-2. Justo las dos grandes arterias de acceso a Barcelona que la B-25 conectará de forma directa cuando esté acabada.

Pero no todo es desesperanza: tras lustros de dilaciones, la obra avanza a muy buen ritmo, con la intención de que en abril del próximo año los atascos, los desvíos, la señalización provisional y la incertidumbre sean solo un mal recuerdo. La promesa de que, cuando se pavimente el último tramo, se corte la cinta inaugural y el tráfico de paso desaparezca del casco urbano samboyano, la movilidad metropolitana dará un gran salto hacia delante, sigue vigente. Solo queda tomarse la última dosis de paciencia y resistir, que lo peor ya ha pasado. Como aperitivo para el optimismo se nos desliza en exclusiva a El Llobregat un encomiable regalo navideño: la conexión directa de la C-31C con la C-32 y la C-245 (uno de los principales nudos del proyecto) entrará en servicio antes de final de año. Tomamos nota.

Mientras, cerremos los ojos y viajemos en el tiempo. El proyecto de la B 25 nació hace más de tres décadas, con la ilusión de que estaría listo para los Juegos Olímpicos de 1992. Sin embargo, tras el sueño de los cinco aros vino la pesadilla de la realidad: los trabajos no arrancaron hasta 2009, se detuvieron en 2010 y solo en 2023 volvieron a reactivarse con fuerza, después de demoler parte de lo construido una década antes sin que nunca había entrado en servicio, como las famosas columnas fantasmas del lateral de la C-245. Es lógico pues que la espera se sienta como perenne y que un simple mes de demora añadida parezca una eternidad.

Ahora, pensemos en otro viaje, éste más físico y tangible. Y por el presente. Imaginemos una ruta de apenas unos kilómetros (por la A-2, pero sobre todo por la C-32) convertida en una odisea diaria, con frenazos, parones, atascos insufribles, miradas al reloj y al retrovisor y con el humo de los motores mezclándose con la impaciencia. Esa auténtica travesía por el desierto existe, es real y tiene nombre: la maldita B-25. Para cientos de conductores metropolitanos, el vial en obras desde agosto de 2023 es un trayecto gafado, un carril único interminable, una fila india que acumula estrés y pérdidas de tiempo. Y mientras las caravanas se prolongan, es verdad que la imprescindible obra pública avanza ágil, aunque se perciba con exceso de pachorra, con paso de tortuga.

Y es que, con miles de jornadas de estoica entereza a las espaldas, los automovilistas siguen pagando a día de hoy el precio de la espera: embotellamientos, desvíos provisionales y retenciones que convierten trayectos de solo unos minutos en un infierno. Según un estudio reciente de la UGT recogido en esta edición de El Llobregat, un ciudadano promedio dedica cuatro horas semanales solo a desplazarse al lugar de trabajo, lo que representa cerca de 5.000 euros anuales en costes de tiempo y transporte. Solo en el tramo de la C-32 comprendido entre Gavà y el límite con Cornellà ese derroche de tiempo supera la media hora fácilmente. El estreno de la B-25 puede cambiar esta realidad, pero su éxito dependerá de que la infraestructura deje de ser un río remansado y se convierta en un cauce abierto, seguro y eficiente más pronto que tarde. El horizonte de abril de 2026 (o, como mucho, de junio del mismo año si van mal dadas) para la apertura total de la autovía se antoja demasiado lejano. Pero algo es algo.

La vida cotidiana de los conductores refleja la acuciante urgencia de implementar las ventajas que conllevará la puesta de largo de la B-25, un premio en pago a tanta angustia. El proyecto que se está ejecutando incorpora mejoras que transformarán el paisaje urbano de Sant Boi y la experiencia al volante: glorietas que facilitan el tránsito sin actuar como ratoneras, carriles bici integrados en el entorno, un aparcamiento disuasorio de 180 plazas, ramales iluminados y drenajes avanzados que protegerán las zonas inundables. Es la prueba en positivo de que la obra ha ido madurando a medida que avanzaba, aprendiendo de errores anteriores y buscando conjugar funcionalidad y sostenibilidad, aunque se haya tardado en exceso en alcanzar este punto de no retorno.

Solo queda esperar que administraciones y constructora cumplan su palabra y la autovía de nunca acabar se presente en sociedad en la fecha prevista, sin más preámbulos Y después de ese día, que todo marche sobre ruedas. Y a mejor. III

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